11 may 2005

Yira... yira...

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Entrando al profesorado el día de ayer, abro la puerta y accedo al pasillo principal, en donde me encuentro con un cuadro angustioso: una chica de unos... ¿17? años llorando desconsoladamente, mientras los transeúntes indiferentes pasaban a su lado, ignorándola. Mi cara fue de asombro profundo. El diálogo fue el siguiente:

-¿Te pasa algo? ¿Estás muy mal? ¿Te puedo ayudar en algo?

-No... es que mi mamá no vino a buscarme...

-Vení que les decimos a las chicas de la recepción que llamamos a tu casa.

-No, pero ella no está en mi casa...

-¿Tiene celular?

-Sí...

-Bueno, vení que llamamos.

Entramos a la recepción...

-Chicas, ¿las puedo molestar? Esta nena está preocupada porque la mamá no vino a buscarla, ¿podemos llamarla al celular, a la mamá?

-Sí, Agustina. ¡Cómo no! Gracias.

-Bueno, yo subo porque llego tarde...

Salgo para subir al aula y veo a una señora que viene cual huracán Irene desesperada y a los topetones, dando suspiros de preocupación y nerviosismo. Se va para el lado del baño. Parece estar buscando algo. Ergo, la sigo...

-Señora, ¿usted busca una nena?

-¡Sí! ¿¡Dónde está?!

-Allá adelante, venga que la llevo.

Escolté a la señora hasta la recepción, donde tuvo lugar el feliz reencuentro.

Ahora díganme... primero... ¿de dónde me salió tanta cortesía junta? Llegué tarde... ¡¡¡pero me sentí TAN buena!!! Segundo... ¿Tanta desesperación por un ratito de demora? ¡Diantres! Tercero... los pasillos de mi profesorado dan que hablar... ya es la segunda vez que posteo sobre ellos.

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