¡Ay amor,
que desnudas el invierno que arremete
los jardines de las ansias!
¿Dónde está el límite de tu suavidad,
dónde el confín del verso que nos une?
¿En la caricia de tu risa ancha
desbordada de estrellas consteladas,
en el silencio de tus ojos cálidos
que emanan sin saberlo secretos milenarios,
en tus cabellos enredados por el tiempo,
en la fiesta de lunares de tu espalda?
He de buscar respuestas si es que hubiere,
entre las Pléyades, bajo la Andrómeda,
o en el rincón de un verso malherido
que se aleja rengueando entre tus calles.
Los astros se oscurecen.
Mientras tanto, la piel se me detiene
y te encuentra.
Y las preguntas sin querer se desvanecen.
Agustina Ariana D’Andrea, 12-05-2006, 04:21 am.
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