7 abr 2005

Pequeñas Vivencias que te alegran la vida.

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No sé qué me habrá pasado. Tal vez haya sido iluminada por algún poder mágico de ultramar, o simplemente será que estoy muy embolada y en un punto esta condensación de ideas provenientes del alpedismo debía estallar. La cosa es que heme aquí, desenterrando recuerdos, desherrumbrando baúles que ya ni recuerdo qué tienen adentro.

Pequeña vivencia tendente a relatar la escasa pero contundente alegría que me fue proporcionada esta mañana.

Escena: pasillo del profesorado de inglés, al lado del aula B, en donde estaban dictando una clase de italiano ("Segunda Lengua Extranjera". La dan como una materia de 4to año por dos motivos: uno, que los futuros "profesores" experimenten lo que es volver a empezar de cero con una lengua extranjera; dos, para que los alumnos realicen ejercicio mental de lingüística comparada. Digo mental, porque casi ningún profesor del instituto está capacitado para explicar nada de eso, ergo, lamentablemente, el ejercicio mental no lo realiza nadie. Y la mayoría de los alumnos son vacas, hay que arriarlos para que se muevan.). Se oye la voz en off de la Profesoressa Irene:

"Zio, é come canzone... capisci?" (Les explicaba fonética italiana a una parva de boludos que en vez de decir "CHERTO" dicen "TZERTOU".)
Yo, haciendo un ruido infernal con la máquina expendedora, que encima tardaba horas en darme un maldito café. Así que, para divertirme, comencé a proferir:

"Va fangulo con questa macchina di merda!"

Risas en el aula contigua.

"Cosa sucede, Agustina, che sei cosí arrabbiata?", Irene responde.

"Nulla! Ora non bevo un cazzo questo capuccino tifoso!"

Más risas.

A todo esto, viene la perra malvada de la coordinadora (calco de Uma Thurman pero arruinada) a decirme que no se pueden llevar bebidas ni comidas a las aulas; es la nueva reglamentación. Al retirarse la perra, la máquina entrega ambos cafés (uno para mí y uno para mi compañera María José). Por suerte hay algunas almas bondadosas que nos permiten tomar en las aulas, a pesar del estúpido y absurdo reglamento nuevo.

Me retiro, mascullando.

"Figlia di putanna..."

Admito que las risas me alegraron la mañana. (Todos odian a la perra, menos una compañera que tiene un amor platónico con ella, vaya una a saber por qué...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué linda anecdota! Me hizo reir mucho