Ensayando la silueta de tus labios
en un cíclico estado de elocuencia
me insano: se acerca la máquina
atroz, inefable, y un silbido hilvana
los resplandores secretos de tus ojos.
Me inquieto: quizás esperando la muerte
venga un día a urdirme la memoria
la imagen de un amor inconsecuente
que desprende cúmulos de sombra
y me subyuga a sus poderes de hechicero.
Y el cielo apuntalando las estrellas,
y vos que estás errando entre los barcos,
entre monstruos y calderas, entre jóvenes
y huellas. Y tu rumbo se me pierde.
Lo encuentro una vez más, así saciando
las horas del recuerdo de esos cielos
que nunca fueron míos. Y me tiemblan las manos
ante esas frugales despedidas
que me obligan a reptar violentamente
hacia la nada misma, hacia el abismo.
Es cierto que el amor nos hace libres;
mas los senderos del alma son sinuosos.
Dejáme comenzar lo interminable,
para perderte otrora, y cuando el Cielo
te quiera rescatar de esa distancia,
verter en cuencos tuyos mi silencio.
Agustina Ariana D’Andrea, 02-08-2005, 08:11 pm.
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