24 mar 2019

Cometido absurdo


es un amor tan viejo como el aire
un límite impreciso que abarca el universo
la mañana me demora en alguno de sus huesos
pensando en aquel tiempo irreversible
cuando mi cuerpo nada sabía de su cuerpo
en todas esas tardes en que el fuego que reordena la materia
el pájaro que puede ser igual a su ausencia
no lograba aliviarme
la poesía abandonaba cada uno de sus triunfos
porque no había nombrado nada todavía
ni los sonidos que un día llegaron a mi cabeza enmarañada entre las sábanas
ni aquel ritmo palpitante cuyo recuerdo ahora me cobija
ni el último vestigio de todos sus olores
ni la terrible hermosura de su boca ingente
y yo volvía a ensayar en vano nombres para cada uno de sus gestos

y ahora que después de tantos siglos
así como los perros a la gente
puedo amarla y echarme a su lado a esperar su caricia
he de hacerlo en silencios sucesivos
sumida en la impotencia brutal de los que callan
porque no tiene nombre ni el más simple de los rasgos infinitos
que componen su sonrisa desmedida
ni el irrecuperable color de los reflejos
de la luz de la tarde en su mirada
si después de todo el engañoso tiempo
una vez más fracasan las palabras
o si ante el cometido absurdo de nombrarla
acaso diere con la frase exacta

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