Tener un nombre no me salva. Pero puedo volverme anónimo y delegar en mi sombra la ilusión de salvarme, aunque no sepa de qué. Tan sólo me retienen tu nombre y mi voz, esos vástagos envueltos en algo más que sombra y que no buscan ni siquiera salvarse. Tal vez la fe que aún tengo en ellos me ayuda a intentar la utopía de cambiar los nombres de otras cosas.
Roberto Juarroz, Casi poesía.
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